Bueno, han pasado cinco días desde la última vez que os
conté algo. La fina capa de polvo acumulada en la tablet me ha avisado de que
debía volver a ponerme manos a la obra. Mea
culpa. No quiero que os enfriéis. Ni tampoco enfriarme yo. No lo haré, os
lo prometo.
Hoy es
uno de esos días en los que me apetece hablaros del pasado muy reciente. Porque
además, es probable que los hechos ocurridos hace escasas horas tengan pequeñas
repercusiones en estos días raros que me quedan por vivir en Tulsa.
Ayer,
mi madre se marchó a un congreso de dibujantes en Minneapolis, Minnesota.
Mañana vuelve. Durante su ausencia, debo confesar la total y reiterada
violación de su norma, esa que dice: "Prohibido que los chicos Utah
tengan relaciones sexuales en la mansión Utah". Culpable de todos los
cargos, Señoría. La tentación era demasiado grande como para poder vencerla. Pero no
me malinterpretéis. Para mí, el sexo tiene una importancia relativa en la
relación de pareja. Importante sí; fundamental, no. Es un tema que Woody Allen
expone bien en su película Maridos y
mujeres. Y con esta reseña cinéfila, doy por zanjado el tema del sexo. Me
acojo a la quinta enmienda, Señoría.
El caso
es que son muy contadas las ocasiones en las que Sam y yo podemos estar
totalmente tranquilos en mi casa. Es por eso que la invité a quedarse a dormir.
Pero surgió un factor limitante inesperado que casi da al traste con toda la
operación. En realidad, fueron dos factores...
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-Joo...Randy,
pues claro que me gustaría quedarme a dormir en tu casa... Pero Susie Q me ha
propuesto lo mismo hace media hora. Que me quede a dormir en su casa -me
comentaba Sam ayer.
La miré
incrédulo.
-Que
Susie Q...hace media hora...a ver, espera un momento. -Aparté la mirada de sus
ojos para poder adquirir un mínimo de concentración. -Vale, nuevo plan. No, no.
Es más bien solo una variación. Que Susie Q se venga también a mi casa.
-¿En serio?
¿A tu casa?
-Sí.
Haremos una fiesta de pijamas. -No bromeaba. Jamás bromeo en lo que respecta a
fiestas de pijamas.
-Ja,
ja, ja. Como quieras. Voy a llamarla, a ver qué dice.
-No.
Mejor la llamo yo -dije.
Lo
hice, y Susie Q aceptó sin poner pegas el cambio de planes. Buena chica. Ella
podría dormir en mi cama, y Sam y yo lo haríamos en la cama de mi madre. Era
fácil, y me puse manos a la obra: descargué una peli cortita y con buenas
críticas titulada Drive, compré tres
botellas de margarita, hielos, palomitas, y encargué dos pizzas. Las chicas
vinieron puntuales y todo iba como la seda. Repito: era fácil. ¿Qué podía
estropearlo?
Ralphie
Utah. Conocido también como El bebé.
Él no
tenía cabida en el plan. Es más, se suponía que tenía su propio plan con sus
amigos, y además yo le había dado instrucciones para que llegase a casa lo más
tarde posible y se escabullera a su cuarto sin hacer ruido. Pero no ocurrió
así.
Íbamos
por la mitad de la película. Ryan Goosling empezaba a estar en dificultades, y mi
mano descansaba sobre la rodilla de Sam con perspectivas de ir subiendo (solo
un poco más), cuando de repente Ralphie entró en casa. Estaba empapado de agua
y tenía un feo rasguño en el bíceps izquierdo. Se quedó mirándonos en el
recibidor, como sorprendido. Claro, es que ni siquiera se acordaba de que había
invitadas en la mansión Utah. El muy cabrón... ja, ja, ja.
-Hola,
tíos. -Su respiración era agitada. -Perdonad la interrupción. Perdona Randy. He
tenido un percance y... ya veis; bueno, voy a secarme y a dormir.
-Espera.
¿Qué te ha pasado? ¿Te has pegado con algún gilipollas? -No me gustan los
interrogatorios, pero éste era necesario. Al ver que no me contestaba,
continué: -¿Estás bien? Hay que curarte eso.
-Estoy
bien. Solo han sido unos empujones y agarrones. Y... me he caído a la piscina.
¡Me cago en mi puta mala suerte!
-¿La
piscina de los mellizos Davenport? -intervino Susie Q mientras daba al botón de
pausa en el mando a distancia-. ¿Freddie y Johnny Davenport? Me parece que esta
noche hacían botellón en su casa.
-Premio
para la señorita atractiva que no sé cómo se llama -dijo Ralphie en un tono de
voz que dejaba claro que se había tomado algo más fuerte que margarita, y en
más cantidad que un galón.
-Soy
Susan. Y tú eres... Ralphie.
-No exactamente.
Soy Ralph. Encantado, Susan -dijo él, poniendo lo que en sus propias palabras
es su sonrisa de seducción.
-Es
Ralphie el bebé -dije-. Y ya se va a dormir a su cuarto porque el bebé tiene
sueño.
Él
simplemente asintió con la cabeza y atravesó el pasillo desapareciendo de
nuestra vista dejando tras de sí un reguero de goterones en el suelo de
linóleo. En la televisión, la imagen congelada mostraba a una jovencita rubia
de cabello corto y aspecto inocente.
-¿No
has sido un poco demasiado duro con tu hermano? -me preguntó Susie Q.
-Noo.
¿Lo dices por lo de "Ralphie el bebé"? Bahhh. Cuando yo tenía el pelo
largo, él me llamaba Mandy, en lugar de Randy. Y a veces lo hacía delante de
desconocidos. No hay problema. Ojo por ojo, ya sabes , je, je, je.
-Desconocía
ese dato, Mandy -apuntó Sam.
-Deberás
pagar por esa información, pequeña. -Y la pellizqué levemente en el muslo, que
su pijama de verano dejaba en parte al descubierto. Ella me lanzó una palomita
al ojo.
-No
tengo dinero para pagar...
-No será
necesario. Ahora estás en mi castillo. ¿Has oído hablar del derecho de pernada,
joven damisela? -dije.
-Sí. El
señor feudal se acostaba con las chicas en sus noches de bodas, cuando ellas se
casaban. Así que no se puede aplicar en nuestro caso, señor. Yo no me he
casado.
-Olvida
los tecnicismos, plebeya. Matan el romanticismo.
Y los
besos comenzaron.
Mientras
tanto, Susie Q aún estaba ahí, sentada en el sofá de una sola plaza, con el
mando a distancia en una mano, y comiendo palomitas con la otra. Curiosa chica,
esta Susie Q. Siempre me ha parecido una chica mona, incluso guapa. Eso sí,
podría sacarse mejor partido a sí misma, si quisiera hacerlo, claro. Yo mismo,
muchas veces salgo a la calle despeinado, desaliñado. En mi caso es por la
desidia. Pero con Susie Q creo que el motivo es algo más complejo. Me da la
sensación de que ella lo hace para permanecer en un segundo plano (aunque el
nombrecito que se gasta -"Susie Q"- no es corriente, ni mucho menos).
Y permanecer en un segundo plano porque...bueno, no lo sé. Se lo tendría que
preguntar, y quizá lo haga. Sam me contó que Susie Q nunca ha estado en serio
con ningún chico. No ha tenido ninguna relación estable. ¿Eso es indicativo de
algo? Mi caso es parecido; antes de Sam...el jodido desierto. (Tan sólo -y sólo
para saciar mi sed- algún que otro escarceo en oasis abyectos demasiado
concurridos.) ¿Pero por qué no dejo de compararme con esta chica? Aunque
pensándolo un poco, siempre es bueno tener cosas en común con gente así:
auténtica, inteligente, con valores, y algo estrafalaria...
A todo
esto, Sam y yo ya habíamos llegado a la segunda
base, la cual difícilmente podríamos sobrepasar mientras estuviéramos en el
salón, y con compañía (por muy mullido que fuera el tresillo que nos
soportaba). Pero la situación dio un vuelco cuando noté que algo duro me golpeó
en la pierna. ¿Acaso me había golpeado a mí mismo con mi propia polla? Vaya, he
vuelto a ser soez. Disculpadme. Pero no, el objeto contundente no era Eso. Era el mando a distancia, y Susie Q
nos lo había tirado para llamarnos la atención.
-Voy a
ver qué tal está tu hermano. Ese corte podría infectarse -me dijo.
Susie Q
se levantó de su sofá y salió con viento fresco del salón. Ja, ja, ja. Cada vez
que me acuerdo de esta escena no puedo evitar como mínimo sonreír. Aquella
noche, o sea, anoche, no volvimos a verla el pelo. De hecho, esta mañana ha
sido la primera en irse del piso, sin ser avistada por nadie.
Así que
después de todo, Sam y yo sí conseguimos pasar de segunda base en el salón. Y después de todo, no fui el único chico
Utah que transgredió la norma de mamá. Solo espero que no hayamos dejado pruebas de nuestro delito. Y cuando digo
pruebas, me refiero a... bah, da
igual.
Hoy he
hablado con Ralphie para que me diera una valoración de sus sensaciones y
expectativas para con Susie Q. El chaval no ha soltado mucha prenda, pero le he
notado... contento, pleno. Ahora, mientras escribo esto, estoy esperando
información de primera mano (es decir, de Sam) y contrastar datos. Sé que las
intenciones de Susie Q son buenas (como ya os he contado, es una gran tía),
pero no sé con cuánta intensidad y de cuánto tiempo serán estas intenciones.
Por mí, y pensando en el bien de Ralphie, cuanto más tiempo duren, mejor. Al
fin y al cabo, solo es un bebé.
Me
llaman al móvil. Es Sam.
"No he adquirido una perspectiva política, ni filosófica, ni religiosa sobre la vida... Tengo que limitarme a las descripciones de cómo mis personajes aman, hablan, sienten y mueren."
Anton Chèjov
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