Capítulo 16: "Randy business" (Sábado, 27-07-2013, 1:06 P.M.)

                Bueno, han pasado cinco días desde la última vez que os conté algo. La fina capa de polvo acumulada en la tablet me ha avisado de que debía volver a ponerme manos a la obra. Mea culpa. No quiero que os enfriéis. Ni tampoco enfriarme yo. No lo haré, os lo prometo.
                Hoy es uno de esos días en los que me apetece hablaros del pasado muy reciente. Porque además, es probable que los hechos ocurridos hace escasas horas tengan pequeñas repercusiones en estos días raros que me quedan por vivir en Tulsa.
                Ayer, mi madre se marchó a un congreso de dibujantes en Minneapolis, Minnesota. Mañana vuelve. Durante su ausencia, debo confesar la total y reiterada violación de su norma, esa que dice: "Prohibido que los chicos Utah tengan relaciones sexuales en la mansión Utah". Culpable de todos los cargos, Señoría. La tentación era demasiado grande como para poder vencerla. Pero no me malinterpretéis. Para mí, el sexo tiene una importancia relativa en la relación de pareja. Importante sí; fundamental, no. Es un tema que Woody Allen expone bien en su película Maridos y mujeres. Y con esta reseña cinéfila, doy por zanjado el tema del sexo. Me acojo a la quinta enmienda, Señoría.
                El caso es que son muy contadas las ocasiones en las que Sam y yo podemos estar totalmente tranquilos en mi casa. Es por eso que la invité a quedarse a dormir. Pero surgió un factor limitante inesperado que casi da al traste con toda la operación. En realidad, fueron dos factores...

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                -Joo...Randy, pues claro que me gustaría quedarme a dormir en tu casa... Pero Susie Q me ha propuesto lo mismo hace media hora. Que me quede a dormir en su casa -me comentaba Sam ayer.
                La miré incrédulo.
                -Que Susie Q...hace media hora...a ver, espera un momento. -Aparté la mirada de sus ojos para poder adquirir un mínimo de concentración. -Vale, nuevo plan. No, no. Es más bien solo una variación. Que Susie Q se venga también a mi casa.
                -¿En serio? ¿A tu casa?
                -Sí. Haremos una fiesta de pijamas. -No bromeaba. Jamás bromeo en lo que respecta a fiestas de pijamas.
                -Ja, ja, ja. Como quieras. Voy a llamarla, a ver qué dice.
                -No. Mejor la llamo yo -dije.
                Lo hice, y Susie Q aceptó sin poner pegas el cambio de planes. Buena chica. Ella podría dormir en mi cama, y Sam y yo lo haríamos en la cama de mi madre. Era fácil, y me puse manos a la obra: descargué una peli cortita y con buenas críticas titulada Drive, compré tres botellas de margarita, hielos, palomitas, y encargué dos pizzas. Las chicas vinieron puntuales y todo iba como la seda. Repito: era fácil. ¿Qué podía estropearlo?
                Ralphie Utah. Conocido también como El bebé.
                Él no tenía cabida en el plan. Es más, se suponía que tenía su propio plan con sus amigos, y además yo le había dado instrucciones para que llegase a casa lo más tarde posible y se escabullera a su cuarto sin hacer ruido. Pero no ocurrió así.
                Íbamos por la mitad de la película. Ryan Goosling empezaba a estar en dificultades, y mi mano descansaba sobre la rodilla de Sam con perspectivas de ir subiendo (solo un poco más), cuando de repente Ralphie entró en casa. Estaba empapado de agua y tenía un feo rasguño en el bíceps izquierdo. Se quedó mirándonos en el recibidor, como sorprendido. Claro, es que ni siquiera se acordaba de que había invitadas en la mansión Utah. El muy cabrón... ja, ja, ja.
                -Hola, tíos. -Su respiración era agitada. -Perdonad la interrupción. Perdona Randy. He tenido un percance y... ya veis; bueno, voy a secarme y a dormir.
                -Espera. ¿Qué te ha pasado? ¿Te has pegado con algún gilipollas? -No me gustan los interrogatorios, pero éste era necesario. Al ver que no me contestaba, continué: -¿Estás bien? Hay que curarte eso.
                -Estoy bien. Solo han sido unos empujones y agarrones. Y... me he caído a la piscina. ¡Me cago en mi puta mala suerte!
                -¿La piscina de los mellizos Davenport? -intervino Susie Q mientras daba al botón de pausa en el mando a distancia-. ¿Freddie y Johnny Davenport? Me parece que esta noche hacían botellón en su casa.
                -Premio para la señorita atractiva que no sé cómo se llama -dijo Ralphie en un tono de voz que dejaba claro que se había tomado algo más fuerte que margarita, y en más cantidad que un galón.
                -Soy Susan. Y tú eres... Ralphie.
                -No exactamente. Soy Ralph. Encantado, Susan -dijo él, poniendo lo que en sus propias palabras es su sonrisa de seducción.
                -Es Ralphie el bebé -dije-. Y ya se va a dormir a su cuarto porque el bebé tiene sueño.
                Él simplemente asintió con la cabeza y atravesó el pasillo desapareciendo de nuestra vista dejando tras de sí un reguero de goterones en el suelo de linóleo. En la televisión, la imagen congelada mostraba a una jovencita rubia de cabello corto y aspecto inocente.
                -¿No has sido un poco demasiado duro con tu hermano? -me preguntó Susie Q.
                -Noo. ¿Lo dices por lo de "Ralphie el bebé"? Bahhh. Cuando yo tenía el pelo largo, él me llamaba Mandy, en lugar de Randy. Y a veces lo hacía delante de desconocidos. No hay problema. Ojo por ojo, ya sabes , je, je, je.
                -Desconocía ese dato, Mandy -apuntó Sam.
                -Deberás pagar por esa información, pequeña. -Y la pellizqué levemente en el muslo, que su pijama de verano dejaba en parte al descubierto. Ella me lanzó una palomita al ojo.
                -No tengo dinero para pagar...
                -No será necesario. Ahora estás en mi castillo. ¿Has oído hablar del derecho de pernada, joven damisela? -dije.
                -Sí. El señor feudal se acostaba con las chicas en sus noches de bodas, cuando ellas se casaban. Así que no se puede aplicar en nuestro caso, señor. Yo no me he casado.
                -Olvida los tecnicismos, plebeya. Matan el romanticismo.
                Y los besos comenzaron.
                Mientras tanto, Susie Q aún estaba ahí, sentada en el sofá de una sola plaza, con el mando a distancia en una mano, y comiendo palomitas con la otra. Curiosa chica, esta Susie Q. Siempre me ha parecido una chica mona, incluso guapa. Eso sí, podría sacarse mejor partido a sí misma, si quisiera hacerlo, claro. Yo mismo, muchas veces salgo a la calle despeinado, desaliñado. En mi caso es por la desidia. Pero con Susie Q creo que el motivo es algo más complejo. Me da la sensación de que ella lo hace para permanecer en un segundo plano (aunque el nombrecito que se gasta -"Susie Q"- no es corriente, ni mucho menos). Y permanecer en un segundo plano porque...bueno, no lo sé. Se lo tendría que preguntar, y quizá lo haga. Sam me contó que Susie Q nunca ha estado en serio con ningún chico. No ha tenido ninguna relación estable. ¿Eso es indicativo de algo? Mi caso es parecido; antes de Sam...el jodido desierto. (Tan sólo -y sólo para saciar mi sed- algún que otro escarceo en oasis abyectos demasiado concurridos.) ¿Pero por qué no dejo de compararme con esta chica? Aunque pensándolo un poco, siempre es bueno tener cosas en común con gente así: auténtica, inteligente, con valores, y algo estrafalaria...
                A todo esto, Sam y yo ya habíamos llegado a la segunda base, la cual difícilmente podríamos sobrepasar mientras estuviéramos en el salón, y con compañía (por muy mullido que fuera el tresillo que nos soportaba). Pero la situación dio un vuelco cuando noté que algo duro me golpeó en la pierna. ¿Acaso me había golpeado a mí mismo con mi propia polla? Vaya, he vuelto a ser soez. Disculpadme. Pero no, el objeto contundente no era Eso. Era el mando a distancia, y Susie Q nos lo había tirado para llamarnos la atención.
                -Voy a ver qué tal está tu hermano. Ese corte podría infectarse -me dijo.
                Susie Q se levantó de su sofá y salió con viento fresco del salón. Ja, ja, ja. Cada vez que me acuerdo de esta escena no puedo evitar como mínimo sonreír. Aquella noche, o sea, anoche, no volvimos a verla el pelo. De hecho, esta mañana ha sido la primera en irse del piso, sin ser avistada por nadie.
                Así que después de todo, Sam y yo sí conseguimos pasar de segunda base en el salón. Y después de todo, no fui el único chico Utah que transgredió la norma de mamá. Solo espero que no hayamos dejado pruebas de nuestro delito. Y cuando digo pruebas, me refiero a... bah, da igual.
                Hoy he hablado con Ralphie para que me diera una valoración de sus sensaciones y expectativas para con Susie Q. El chaval no ha soltado mucha prenda, pero le he notado... contento, pleno. Ahora, mientras escribo esto, estoy esperando información de primera mano (es decir, de Sam) y contrastar datos. Sé que las intenciones de Susie Q son buenas (como ya os he contado, es una gran tía), pero no sé con cuánta intensidad y de cuánto tiempo serán estas intenciones. Por mí, y pensando en el bien de Ralphie, cuanto más tiempo duren, mejor. Al fin y al cabo, solo es un bebé.

                Me llaman al móvil. Es Sam.




"No he adquirido una perspectiva política, ni filosófica, ni religiosa sobre la vida... Tengo que limitarme a las descripciones de cómo mis personajes aman, hablan, sienten y mueren."

                                                                                       Anton Chèjov
                                                                 

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