Capítulo 15: Los días raros (Lunes, 22-07-2013, 2:23 P.M.)

Sam y los precipicios de neón.

                [Recogieron el pequeño campamento -que en realidad no era nada más que dos tiendas de campaña y los rescoldos de una hoguera- y se dirigieron con aire lúgubre al desfiladero. Iban a pie. El frío les envolvía como una translúcida mortaja amoratada que se adaptaba a las siluetas del grupo a cada paso que daban. Ese frío les llevaba desgastando días enteros. Pero si el mensaje que escuchó Sam por radio era cierto, cruzando ese desfiladero y las estrambóticas luces que lo iluminaban cada noche, se extendía un vergel de dos millones de acres listo para ser cultivado.
                La expedición la formaban 5 miembros: Sam; su hija Junaaid; Nathan (hermano de Sam); el reverendo Zeballos; y Little Big Storm, un mastín enorme que les servía como bestia de carga. (Hacía varios años que nadie había visto a mula, burro ó semejante en 1000 kilómetros a la redonda.)
                Antes eran 6.
                Randy Utah había muerto un par de semanas atrás debido al cólera. No creyó necesario hervir el agua que introdujo en su cantimplora, procedente de una alberca que encontró en una de sus rutas de exploración. Bebió hasta saciarse. Las básicas -muy básicas- nociones de medicina del reverendo Zeballos no pudieron hacer gran cosa por salvarle...]
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                Bueno...es mejor dejar aquí el cuento. No tiene sentido que vosotros lo leáis entero. Además, no es gran cosa. Tan solo una utopía negativa más. Ese género ya está muy trillado. Aunque también lo está la autobiografía, y aquí estoy dándoos la chapa ya durante 15 jodidos y tediosos capítulos.
                Por primera vez os escribo desde fuera de mi cubículo. Estoy tirado en mi cama, aporreando la tablet que me regaló mamá en Navidad. Escribir La Historia de Randy Utah fuera de la Katsumoto Corporation me resulta raro. Antes, el tiempo que invertía en escribir esto, lo sacaba del curro porque ahí no tenía (ni quería) nada más que hacer. Y ahora el tiempo lo tengo que sacar de mi vida diaria, mi vida útil. Le quito tiempo a mi propio tiempo (que no es que no lo tenga, al contrario). Y no me desagrada hacerlo, ya que escribir esto se ha convertido poco a poco en algo importante para mí; en una pequeña gran prioridad. Porque no solo os estoy aleccionando ya a vosotros, sino que también me alecciono a mí mismo. Lo noto. El poner las cosas por escrito les da una nueva dimensión. Es como ver un examen hecho hace poco y con las preguntas resueltas; no puedes cambiar la nota que sacaste, pero sí puedes aprender de él.  
                ¡Ah! Ya he comentado a mi madre la noticia de mi despido. Se llevó un disgusto. ¡Qué duda cabe! Ahora me toca prepararla para el hecho de mi mudanza al Oeste. Tengo un par de meses para ir mentalizándola. El toque final será cuando me haga el desesperado al no encontrar trabajo aquí en Oklahoma. "No es por mi culpa, mamá. Si aquí no hay un buen trabajo para mí, tendré que irme a donde lo haya. No pienso quedarme en Tulsa trabajando de segurata o de ujier". Eso la diré. Y de esa manera me pondrá menos pegas y discutiremos menos.
                Bueno, y ahora que ya me han despedido...¿qué voy a hacer mientras tanto estas semanas hasta marcharnos Sam y yo? Sí, claro, planificar el viaje y dejar atados todos los cabos sueltos posibles. Pero el día tiene 24 horas, que son muchas, y estamos en pleno verano. Van a ser unos días raros. El problema principal serán las mañanas. Yo, aunque no quiera, a las 9 ya estoy despierto. Los peores días serán aquellos en los que mi madre no vaya a trabajar al estudio y se quede en casa. ¡Es que no para quieta! Limpiando el polvo, suspirando, fregando suelos, suspirando, hablando por teléfono, suspirando...Yo no sé donde meterme. No hay escondrijos que estén a salvo de ella. Así que esos días me iré afuera a pasear, o a la biblioteca a hojear libros de programación, o saldré a correr 10 kilómetros.
                Sam está ocupada todos los días hasta las seis de la tarde trabajando como monitora en un campamento infantil. Qué suerte tienen esos críos. Y también algún que otro no tan crío. Como Ricky, uno de los monitores. Ayer Sam me estuvo enseñando unas fotos del campamento, y en una de ellas, el tal Ricky tiene su musculado, bronceado y depilado (¡...!) brazo derecho sobre los hombros de Sam. Sé que no hay peligro, pero aún así, no pude evitar sentirme un poco celoso. Pero Ricky, muchacho, si estás leyendo esto, ya sabrás que me la llevo a la costa (ó es Sam la que me lleva a mí, da igual), así que tus posibilidades con ella son nulas, mamón. Desde el respeto, Ricky. Todo lo que te digo, te lo digo siempre desde el respeto, mamón hormonado.
                Bien, sigamos.
                O mejor dicho, recapitulemos:

-Hace 21 años y pico nazco. Magic Johnson hace público que es seropositivo.

-Hace 2 años y pico: meo a un gnomo de escayola en el jardín de un concejal. La pasma me detiene y paso una noche en el calabozo.

-Hace 2 años y menos pico: entro en la Katsumoto Corporation.

-Hace 8 meses: conozco a Samantha Lisicki.

-Hace 7 meses: hacemos la primera acción correctiva, entrando en escena Jeff Henderson.

-Hace 1 semana: comienzo a escribir La Historia de Randy Utah.

-Hace 3 días: Lindsay Cassady, alias el Grajo, me despide de la Katsumoto Corporation.

-Hace 20 horas: informo a mi madre de mi despido.

-Hace 15 horas: Sam y yo hacemos el amor.

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                Ahora sí. Prosigamos.
                Suelo quedar con Sam al terminar su jornada en el campamento cada día. Antes, me daba tiempo para salir de la Katsumoto y caminar rápido las dos millas hasta allí. Ahora podré hacer el recorrido con calma desde mi casa, aunque es una milla más. Dice Ralphie que algunos días me acompañará, que quiere empezar a hacer ejercicio poco a poco, y que esa caminata sería un buen comienzo. Y ya de paso saluda a Sam, dice. Me gusta que Ralphie y Sam se lleven bien y cojan confianza. Yo en cambio, no conozco personalmente a sus hermanos ya que no viven en Tulsa. A sus padres sí. Les veo a menudo. Pero pocas veces converso con ellos más allá del "hola" y "adiós". Aun así, opino que me parecen dos personas con amplitud de miras, que no prejuzgan aunque sí examinan. Todavía me están tanteando. Sólo pido que cuando Sam les diga lo de mi despido y nuestra marcha, no me crucifiquen. 
               En otro orden de cosas, esta mañana me ha llegado un e-mail de la Katsumoto. Me dicen que mi finiquito asciende a 7453 dólares y 69 centavos, y que puedo ir a recoger el cheque cuando quiera. Cuánta amabilidad. Se nota que son japoneses. Sin caer en clasismos, a ellos sí se les da bien el protocolo. Esas reverencias, esos kimonos, las geishas, los emperadores endiosados, los samuráis...¿por qué nunca me canso de ver El último samurái? Quizá porque soy un fetichista de Tom Cruise. Pero... ¿de qué os estaba hablando? Ahh sí, el cheque. Yo no voy a ir a recogerlo. No pienso tolerar más cotilleos, miraditas, y negaciones de cabeza hacia mi persona. No iré a ese lodazal para ser engullido irremisiblemente dentro de su mal rollo, como le pasó a Ártax. Será Susie Q la que vaya mañana a recogerlo con una autorización firmada por mí. Susie Q me enseñará la pasta... Oh síí, nena. Pero todo eso será mañana. Sí, mañana.









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