Hey, hey, hey. Alto, alto, alto...¿Quién coño os ha dado
permiso para cotillear nuestra correspondencia? ¿No os da vergüenza violar así
la intimidad de la gente? Que no vuelva a pasar, je, je, je.
Bueno...el
mensaje que os quiero transmitir va avanzando. En la forma y en el fondo. Pero
queda un trecho largo aún. Hoy ya es jueves y hace un día espléndido en Tulsa y
en toda la jodida Oklahoma. ¿Qué pasa? ¿Acaso no puedo hablar del tiempo? Para
mí, el clima es importante, ¿vale? Somos criaturas solares, no lo olvidéis. El
Sol es el único rey al que venero. Sólo quería dejarlo claro.
Una
mañana más, me encuentro sentado en mi cubículo, inspirando el aire
prefabricado que expulsan los conductos de ventilación, mirando por una ventana polarizada y parcialmente tintada para que ni siquiera la luminosidad exterior
nos pueda sobreexcitar. Pero yo no dejaré que me conviertan en un castrati mental. No a mi tierna edad de
21 años.
¡Ah! Hay novedades con respecto a ayer: hoy la
aplicación ya funciona. Lo cual a mí me da igual pues voy a seguir haciendo lo
mismo que en los últimos días -es decir, estar con vosotros, mis fieles
lectores-. Mis días en la Katsumoto Corporation tocan a su fin. Será pronto.
Puede que incluso hoy. Ojalá pudiera irme ya sin tener que esperar a que me
despidan. Pero le prometí a mi madre que no dejaría este trabajo, y voy a
cumplir mi promesa. Técnicamente, al menos. Tendrán que ser ellos los que me
echen, y yo les estoy ayudando un poco a que lo hagan. No quiero institucionalizarme aquí. Eso es todo.
Si tuviera 45 años, estar en la Katsumoto sería un gran retiro dorado (para un
don nadie) y lo aceptaría de buen grado. Si tuviera 35, sólo estaría en la
Katsumoto si tuviera una hipoteca -ó hijos- apretándome el cuello. Pero tengo
21 años, y aunque el sueldo es relativamente bueno, no me compensa. No penséis que quiero que
me echen del curro porque Sam me lo haya pedido, o porque ella me esté comiendo el
coco. No. Es algo que llevaba pensando desde antes de conocerla. Y si no lo
hice, fue porque no tenía la motivación suficiente. Si dejaba el curro, ¿en qué
iba a gastar el tiempo y las energías? ¿en acompañar a mi madre al supermercado
por las mañanas, y hacer otro cursillo de programación por las tardes? No,
gracias. Además, en la Katsumoto Corporation al menos he interaccionado por
primera vez con el mundo adulto, observándolo cual ornitólogo mientras estudia aves,
y decepcionándome ante su resignada pasividad.
Pero
ahora es diferente. Sam y yo estamos empezando a concretar planes. Tulsa se nos
queda pequeña, y Oklahoma también. Si todo sale bien (¿y por qué no iba a salir
bien? Al fin y al cabo, no vamos a matar a nadie), antes de que acabe este año
nos iremos a la costa Oeste. Pero no a la locura de Los Ángeles ó Frisco, sino
más al Norte. Quizá Seattle, ó Astoria (el pueblo de "Los Goonies").
Un sitio que sea lluvioso, verde, y con una universidad cercana en la que Sam pueda
acabar sus estudios de filología alemana. Por mi parte, buscaré trabajo de
informático, para lo cual sería vital obtener una carta de recomendación de la
Katsumoto cuando me echen. Un asunto paradójico, jeje. Para vivir alquilaríamos
un apartamento pequeñito, pero no tan pequeño como para considerarlo una
madriguera. En los dos años que llevo trabajando aquí, he conseguido ahorrar
una respetable cifra de dólares (sobre todo, debido a la vida de asceta eremita
que me impuse tras el incidente alcohólico en el jardín del concejal) que nos
permitirá ir al Pacífico teniendo cierto margen de maniobra, cierto margen de
error. A grandes rasgos, este es el plan. Su genialidad radica en su sencillez,
como diría Walter Sobchak.
Hay que
pulir algunas cosas; por ejemplo, decírselo a nuestras familias. Ralphie ya lo
intuye y sé que me animará a irme. No hace falta que diga que no me hace gracia
alejarme de él. Es un chaval estupendo, ¿sabéis? A sus casi 17 años de edad,
parece haber superado el momento crítico de la adolescencia. Pero tiene sus
escarceos con el alcohol y el sexo; eso es cierto. Y si esos escarceos
evolucionan hasta la categoría de problema, yo poco voy a poder ayudarle a 2500
kilómetros de distancia. Por ejemplo: el pasado sábado por la mañana, al ir a
echar mi meada matutina de recién despierto, me encontré flotando en el váter
un condón usado. Ralphie sabe perfectamente que mamá nos tiene prohibido follar
con chicas en casa. Así que tiré de la cadena y ahorré a la familia Utah una
desagradable discusión. Pero Ralphie tendrá que ser más cuidadoso cuando yo ya
no esté. Ó no desenfundar la polla -el ariete Utah, como dice él- a las primeras de
cambio.
Y luego
está mamá. Ahí la cosa va a estar más complicada. Desde que mi padre se fue (yo
tenía 7 años), mi relación con mi madre pasó a otro nivel. Nos convertimos en
un equipo. Una máquina bien engrasada que pocas veces chirriaba. Y poco a poco,
conseguimos estabilizarnos. Bien es cierto que mamá ha tenido sus...amiguitos,
lo que a veces enrarecía el ambiente en casa. Pero ni Ralphie ni yo les pusimos
malas caras a esos hombres. Les aceptábamos, aunque sin mostrarles un gran
afecto. No se lo ganaron. Por otro lado, ella prosperó como ilustradora de
cuentos infantiles, y aunque nunca nadamos en la abundancia, el dinero no ha
sido un problema, ni a corto, ni a medio plazo. En fin, que nos queremos
muchísimo, y por eso mismo, espero que haga el esfuerzo que sea necesario para
comprenderme, y que no se tome mi marcha como una chiquillada. El hecho de que
ella vaya a pensar que me he quedado sin trabajo (cuando suceda; pronto) por
causas ajenas a mí, la suavizará. Cuando me despidan y se lo cuente, ella me
preguntará el motivo del despido: "reajustes de personal, mamá", le diré,
mintiéndola en su cara. Ahí no habrá buen rollo, amigos. Ni una puta mijita.
También
tenemos que elegir el itinerario a seguir hasta llegar a nuestro destino. Lo
haremos por carretera, por supuesto. Nada de aviones. Sam tiene un Suzuki
Vitara que ha heredado de uno de sus hermanos, y está bastante bien conservado.
Es un jeep de esos con techo-ventanilla, la cual permanecerá abierta todo el tiempo
posible. Tragaremos polvo del camino, pero será digerido sin problemas por el
buen rollo generado durante el trayecto grandioso que nos aguarda. Si no hay
imprevistos de la hostia, el viaje durará entre 7 y 10 días. Sin prisas.
Tiraremos de moteles de carretera y de nuestra tienda de campaña (la compramos
hace un par de semanas y estamos deseando estrenarla, en todos los sentidos,
jejeje). Nos turnaremos para conducir, pero no por tiempos, sino por estados.
Oklahoma para mí, Texas para ella. Luego yo me quedo con Nuevo México, y Sam
con Colorado. Después viene Utah, y como no podía ser de otra forma, yo
pilotaré sus carreteras. Más allá de ahí, aún tenemos dudas: ¿seguir hacia el
Oeste por Nevada? ¿Ó al Norte por Idaho? Yo voto por Nevada, porque si vamos
por Idaho, perdemos la oportunidad de pisar California. A Sam le gustaría ir
por Idaho porque le gustaron los paisajes que vio en una película titulada
"My Idaho privado". Jejeje. Bueno, me parece una razón tan válida
como cualquier otra. Pero ya veremos qué decidimos. Probablemente lo echemos a
suertes.
Y qué
decir del acojone. Porque lo hay. Aumenta de intensidad por las noches.
Imaginaos a dos pipiolos como nosotros, yendo a un lugar lejano y desconocido
-por muchas fotos y videos que veamos- empezando prácticamente desde cero y sin
conocer a nadie. Cada día allí, las cosas se nos pueden torcer de mil maneras
diferentes. Y de ahí viene el acojone. Por fortuna, su nivel de influencia está
muy por debajo del de la ilusión y las ganas que nos produce pensar en esta
aventura. Solamente el hecho de que nosotros vayam...
[
Biiiip.....biiip....]. [
Biiiip....biiip....]
Oh,
vaya. Perdonad la interrupción. Es el sonido que hace el ordenador cuando me
llega un e-mail. ¡Ohh! Me lo envía mi coordinadora Lindsay, jejeje. Hoy esa mala
pécora está en la sede que tenemos en Oklahoma City, pero por lo visto, no
puede evitar tenerme en sus pensamientos.
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KATSUMOTO CORPORATION™ 18-07-2013
Buenos días Randolph.
Estoy cotejando los números de esta semana, y estoy viendo
cosas raras.
Por favor, pásate por mi despacho mañana viernes a las 10 en
punto.
Lindsay Cassady
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Pues ya
está, chicos. He superado el punto de no retorno. Lo he superado tanto que, si miro hacia atrás, se camufla con el horizonte. Ahora tengo que pensar en cómo enfocar mañana
mi charla con Lindsay. Somos tan diferentes...Dudo de que entienda las razones que me han llevado a hacer lo que he hecho, y cómo lo he hecho. Se trata de una mujer cuarentona
y tísica. Un auténtico grajo reencarnado en mujer. El reto será obtener de ella
esa carta de recomendación. ¿Pero la quiero a costa de mi dignidad? ¿A costa de
saltarme mis propios principios?
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