Capítulo 7: Next stop (Miércoles, 17-07-2013, 3:42 P.M.)


         Al empezar a escribir mi Historia (y eso fue antesdeayer), os dije que tenía algo muy importante que contaros. Pues bien, aún no ha llegado el momento de hacerlo. No estáis listos. Debo prepararos mejor el camino. Y para eso, es necesario que sepáis cómo conocí a Samantha, porque la mayor parte de mi Historia gira en torno y debido a ella.
            Ya sabéis que supe de su existencia gracias a las clases de español del profesor Vázquez. Únicamente porque Sam estaba en el aula, esas clases eran el mejor momento del día, y con diferencia. De ese hecho podéis intuir cuán patética era mi vida cotidiana. Un día faltó a clase por estar enferma (gripe, según me contó después) y me sentí chafado; un despojo. Ni que decir tiene que esa clase se me hizo eterna. Durante esos miserables 75 minutos, me di cuenta de que debía hacer algo para CONOCERLA. Pero no podía sentarme a su lado en clase, pues ella siempre se sentaba con su amiga. Así que decidí seguirlas a la salida de la academia con la misión de recabar información útil que me proporcionara una ocasión de CONOCERLA. En mi primer día de seguimiento, su amiga tomó un camino diferente y se separó de Sam muy pronto. Bien. Pero entonces Sam se subió a un autobús. Mal. Dos días después, al terminar la siguiente clase de español, me subí en ese mismo autobús, pero una parada antes que ella. De esa forma, yo quedaba libre de toda sospecha de estar siguiéndola; era ella la que se subía en un autobús en el que yo ya estaba. Me senté en la zona delantera para que ella se cruzara conmigo y, quizás con algo de suerte, me mirase. ¿Os parece un comportamiento obsesivo, típico de una mente perturbada? ¿Ó simplemente creéis que tomé la iniciativa para forzar una situación y no quedarme con la duda del "qué hubiera pasado si..."? A los que hayáis elegido la primera opción, os aconsejo que dejéis de leer La Historia de Randy Utah. En serio, os agradezco el esfuerzo y la molestia de haber llegado hasta aquí, pero...no. Esto no es para vosotros. ¡Eh! Sin resentimientos. Al menos no por mi parte. Y a los que habéis escogido la segunda opción, debo reconocer que puede que mis métodos para CONOCER y entablar una conversación con una chica no sean los más ortodoxos. Aunque...¡al carajo! Yo soy así.
Y además, mi táctica tuvo éxito.
Fue a la semana siguiente. Ya me estaba empezando a desmoralizar porque lo de coincidir con ella unos minutitos en el bus me iba sabiendo a poco, y no se me ocurría nada para hacer avanzar la situación. Pero entonces sucedió. Aquel glorioso día, el autobús estaba más lleno de lo habitual. Yo pude acomodarme junto a la ventana, en los asientos de casi el final. De las personas que se subieron en 'mi' parada, nadie se puso a mi lado. Había solo 4 ó 5 asientos libres. Noventa segundos después, Sam entró al autobús y se sentó a mi lado. ¡Se sentó a mi lado! Mis pulsaciones subieron. El sudor me humedeció las axilas. El rubor colonizó mi rostro. Mi cabeza era incapaz de girar un ápice hacia ella. Todo indicaba al desastre. Simplemente, no estaba preparado para lidiar en la corta distancia. Ó eso pensaba.
Percibí su aroma: Dolce & Gabbana. Suave, tenue. Y eso me tranquilizó un poco. A continuación escuché su voz.
-Hola.
Yo, que mantenía mi vista totalmente hacia el frente, dudé de si ese saludo iba dirigido a mí, ó si ella hablaba por móvil. Medio segundo después, mis neuronas hicieron recuento de votos y llegaron a la conclusión de que debía girar el cuello para resolver mi duda, ya que la alternativa de quedarme quieto y poder parecer autista no era muy halagüeña.
La miré. Y, sí, ella me estaba mirando. ¡Aquello avanzaba!
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[ Escena I ]

(Randy y Sam están sentados juntos en el autobús, cuyo ronroneo, arrullador, los aísla del resto de pasajeros)

Randy.                 Hola.

Sam.                     Te conozco de vista, de las clases de español. ¿Qué tal la clase de hoy? ¿Muy aburrida? ¡Ah! Yo soy Sam.

Randy.                 Jejeje. Igual que la película.

Sam.                    ¿Eh? ¿Película?

Randy.                 Sí. Una que se titula "Yo soy Sam". Va sobre un retrasado mental.

(gesto dubitativo de ella)

...la verdad es que no es una peli tan famosa...

Sam.                     (sonriendo) ¿Me estás llamando retrasada mental?

Randy.                 (sonriendo) ¡No, no! ¡Claro que no! Es Sean Penn el que hace de retrasado...

Sam.                     Tranqui...jaja...estaba de coña.

Randy.                 Lo sé... Yo soy Randy. Encantado.

Sam.                     Igualmente.

(el autobús llega a la siguiente parada y se suben en él una mujer oronda, y como contrapunto, un niño muy delgado, casí raquítico)

Randy.                 (señalando al chaval flaco con la cabeza) Así era yo hasta hace no mucho                                        tiempo.

Sam.                     ¿Sí? ¡Qué suerte tenías de ser delgado!

Randy.                 Mi madre te daría un sopapo ahora mismo. Para ella los endocrinos son los amos del universo. De hecho, en mi infancia todos ellos unieron sus fuerzas para cumplir una única misión que les encomendó mi madre: engordarme, cebarme. Aunque fracasaron. ¿Pero por qué dices que yo tuve suerte de ser flaco?

Sam.                     Te lo explico. Verás. Al ser tan delgado, seguro que te podías meter por todo tipo de huecos y escondrijos. Ya sabes...escondites donde podías estar el tiempo que quisieras sin que nadie te molestara. En cambio, los niños obesos no pueden entrar a esos sitios. Por 2 razones: por un lado, ellos no son capaces de detectar esos escondrijos; y por otro lado, no caben. Es pura física. Por eso los niños obesos siempre están expuestos. Expuestos...a...los malos rollos de la gente, y eso les termina desgastando hasta que acaban petando por alguna patología mental.

Randy.                 Ufff...jajaja. No sé muy bien qué decir a eso. Es una teoría interesante, pero no se sostiene científicamente. Excepto lo de que no caben. La física  nunca miente.

(ella no le replica. Sólo le mira de manera inexpresiva)
(en la zona media del autobús, el chaval raquítico empieza a sufrir un ataque de tos)

  Pero sí. De pequeño sí que tenía un par de escondites a los que poder acudir. No muy cómodos, pero seguros al 100%. Ningún...mal rollo pudo nunca ni siquiera rozarme. Pero hace tiempo que dejé de utilizarlos.

Sam.                     Eso te iba a comentar. Ó sea...¿qué haces ahora cuando el mal rollo intenta joderte?

Randy.                 Me enfrento a él. Intento destruirlo, ó al menos neutralizarlo. Claro que a  veces no puedo. Bueno, la mayoría de las veces no puedo. Así que según tu teoría, pronto petaré debido a alguna patología mental...jajaja.

Sam.                     (riéndose) ¡Trataremos de que eso no suceda! Esta es mi solución: adelgaza  hasta los 40 kilos, en plan fakir hindú, y así encontrarás nuevos escondites.

Randy.                 (sonriendo) Ni de coña, Sam. Me gusta demasiado la comida basura. Además, ya somos adultos y no podemos estar escondiéndonos siempre de lo que nos hace daño.   
              
Sam.                     ¿Cuántos años tienes? ¿45? Pero okey, señor adulto. No más escondites. Entonces habrá que hacerlo a tu manera, pero siendo más efectivos.

Randy.                 Sí. ¿Pero cómo?

(Sam se pone en pie)

Sam.                    Generando buen rollo. Y mucho. En cantidades industriales. Bueno, aquí me bajo; que esta es mi parada.

(Randy se traslada al asiento de su derecha, el que hasta hace 5 segundos ocupaba Sam. Quiere estar lo más cerca que pueda de ella, el máximo tiempo posible)

Randy.                 Sí. ¿Pero cómo? ¿Cómo se genera el buen rollo? ¿No es algo espontáneo?

Sam.                     Sí y no. Ya te lo explicaré, ¿vale? ¡Hasta luego Randy!

(Sam baja las escalerillas del autobús)

Randy.                 ¡Adiós!

(Randy permanece sentado mirando las escalerillas, absorto)
(el niño raquítico comienza un nuevo ataque de tos)

Señora oronda. Ya te dije que no salieras tan desabrigado...Timmy...¿qué voy a hacer contigo?

Timmy.                 (mascullando un susurro apenas inteligible) Dios, llévame pronto.

 [ Final de la escena I ]

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