Al empezar a escribir mi Historia (y eso fue
antesdeayer), os dije que tenía algo muy importante que contaros. Pues bien,
aún no ha llegado el momento de hacerlo. No estáis listos. Debo prepararos
mejor el camino. Y para eso, es necesario que sepáis cómo conocí a Samantha,
porque la mayor parte de mi Historia gira en torno y debido a ella.
Ya sabéis que supe de su existencia
gracias a las clases de español del profesor Vázquez. Únicamente porque Sam
estaba en el aula, esas clases eran el mejor momento del día, y con diferencia.
De ese hecho podéis intuir cuán patética era mi vida cotidiana. Un día faltó a
clase por estar enferma (gripe, según me contó después) y me sentí chafado; un
despojo. Ni que decir tiene que esa clase se me hizo eterna. Durante esos
miserables 75 minutos, me di cuenta de que debía hacer algo para CONOCERLA.
Pero no podía sentarme a su lado en clase, pues ella siempre se sentaba con su
amiga. Así que decidí seguirlas a la salida de la academia con la misión de
recabar información útil que me proporcionara una ocasión de CONOCERLA. En mi primer día de seguimiento, su amiga tomó un camino diferente y se separó de Sam muy pronto. Bien. Pero
entonces Sam se subió a un autobús. Mal. Dos días después, al terminar la
siguiente clase de español, me subí en ese mismo autobús, pero una parada antes
que ella. De esa forma, yo quedaba libre de toda sospecha de estar siguiéndola;
era ella la que se subía en un autobús en el que yo ya estaba. Me senté en la
zona delantera para que ella se cruzara conmigo y, quizás con algo de suerte,
me mirase. ¿Os parece un comportamiento obsesivo, típico de una mente
perturbada? ¿Ó simplemente creéis que tomé la iniciativa para forzar una
situación y no quedarme con la duda del "qué hubiera pasado si..."? A
los que hayáis elegido la primera opción, os aconsejo que dejéis de leer La
Historia de Randy Utah. En serio, os agradezco el esfuerzo y la
molestia de haber llegado hasta aquí, pero...no. Esto no es para vosotros. ¡Eh!
Sin resentimientos. Al menos no por mi parte. Y a los que habéis escogido la
segunda opción, debo reconocer que puede que mis métodos para CONOCER y
entablar una conversación con una chica no sean los más ortodoxos. Aunque...¡al
carajo! Yo soy así.
Y además, mi táctica tuvo éxito.
Fue a la semana siguiente. Ya me estaba empezando a
desmoralizar porque lo de coincidir con ella unos minutitos en el bus me iba
sabiendo a poco, y no se me ocurría nada para hacer avanzar la situación. Pero
entonces sucedió. Aquel glorioso día, el autobús estaba más lleno de lo
habitual. Yo pude acomodarme junto a la ventana, en los asientos de casi el
final. De las personas que se subieron en 'mi' parada, nadie se puso a mi lado.
Había solo 4 ó 5 asientos libres. Noventa segundos después, Sam entró al
autobús y se sentó a mi lado. ¡Se sentó a mi lado! Mis pulsaciones subieron. El
sudor me humedeció las axilas. El rubor colonizó mi rostro. Mi cabeza era
incapaz de girar un ápice hacia ella. Todo indicaba al desastre. Simplemente,
no estaba preparado para lidiar en la corta distancia. Ó eso pensaba.
Percibí su aroma: Dolce
& Gabbana. Suave, tenue. Y eso me tranquilizó un poco. A continuación
escuché su voz.
-Hola.
Yo, que mantenía mi vista totalmente hacia el frente,
dudé de si ese saludo iba dirigido a mí, ó si ella hablaba por móvil. Medio
segundo después, mis neuronas hicieron recuento de votos y llegaron a la
conclusión de que debía girar el cuello para resolver mi duda, ya que la
alternativa de quedarme quieto y poder parecer autista no era muy halagüeña.
La miré. Y, sí, ella me estaba mirando. ¡Aquello
avanzaba!
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Modo teatro: on Modo teatro: on Modo teatro: on Modo teatro: on
[ Escena I ]
(Randy y Sam están
sentados juntos en el autobús, cuyo ronroneo, arrullador, los aísla del resto
de pasajeros)
Randy. Hola.
Sam. Te conozco de vista, de las
clases de español. ¿Qué tal la clase de hoy? ¿Muy
aburrida? ¡Ah! Yo soy Sam.
Randy. Jejeje. Igual que la
película.
Sam. ¿Eh? ¿Película?
Randy. Sí. Una que se titula
"Yo soy Sam". Va sobre un retrasado mental.
(gesto dubitativo de ella)
...la
verdad es que no es una peli tan famosa...
Sam. (sonriendo) ¿Me estás llamando retrasada mental?
Randy. (sonriendo) ¡No, no! ¡Claro que no! Es Sean Penn el que hace de
retrasado...
Sam. Tranqui...jaja...estaba
de coña.
Randy. Lo sé... Yo soy Randy.
Encantado.
Sam. Igualmente.
(el autobús llega a la siguiente parada y se suben en él una mujer
oronda, y como contrapunto, un niño muy delgado, casí raquítico)
Randy. (señalando al chaval flaco con la cabeza) Así era yo hasta hace no
mucho tiempo.
Sam. ¿Sí? ¡Qué suerte tenías
de ser delgado!
Randy. Mi madre te daría un sopapo
ahora mismo. Para ella los endocrinos son los amos
del universo. De hecho, en mi infancia todos ellos unieron sus fuerzas para
cumplir una única misión que les encomendó mi madre: engordarme, cebarme.
Aunque fracasaron. ¿Pero por qué dices que yo tuve suerte de ser flaco?
Sam. Te lo explico. Verás. Al
ser tan delgado, seguro que te podías meter por todo tipo de huecos y escondrijos. Ya
sabes...escondites donde podías estar el
tiempo que quisieras sin que nadie te molestara. En cambio, los niños obesos
no pueden entrar a esos sitios. Por 2 razones: por un lado, ellos no son
capaces de detectar esos escondrijos; y por otro lado, no caben. Es pura física. Por eso los niños obesos siempre están
expuestos. Expuestos...a...los malos
rollos de la gente, y eso les termina desgastando hasta que acaban petando
por alguna patología mental.
Randy. Ufff...jajaja. No sé muy
bien qué decir a eso. Es una teoría interesante, pero no se
sostiene científicamente. Excepto lo de que no caben. La física nunca miente.
(ella no le replica. Sólo le mira de manera inexpresiva)
(en la zona media del autobús, el chaval raquítico empieza a sufrir un
ataque de tos)
Pero
sí. De pequeño sí que tenía un par de escondites a los que poder acudir. No
muy cómodos, pero seguros al 100%. Ningún...mal rollo pudo nunca ni siquiera
rozarme. Pero hace tiempo que dejé de utilizarlos.
Sam. Eso te iba a comentar.
Ó sea...¿qué haces ahora cuando el mal rollo intenta joderte?
Randy. Me enfrento a él. Intento
destruirlo, ó al menos neutralizarlo. Claro que a veces no puedo. Bueno, la
mayoría de las veces no puedo. Así que según tu teoría, pronto petaré debido a alguna patología mental...jajaja.
Sam. (riéndose) ¡Trataremos de que eso no suceda! Esta es mi solución:
adelgaza hasta
los 40 kilos, en plan fakir hindú, y así encontrarás nuevos escondites.
Randy. (sonriendo) Ni de coña, Sam. Me gusta demasiado la comida basura. Además,
ya somos adultos y no podemos estar escondiéndonos siempre de lo que
nos hace daño.
Sam. ¿Cuántos años tienes?
¿45? Pero okey, señor adulto. No más escondites. Entonces habrá que hacerlo a
tu manera, pero siendo más efectivos.
Randy. Sí. ¿Pero cómo?
(Sam se pone en pie)
Sam. Generando
buen rollo. Y mucho. En cantidades industriales. Bueno, aquí me bajo; que esta es mi parada.
(Randy se traslada al asiento de su derecha, el que hasta hace 5
segundos ocupaba Sam. Quiere estar lo más cerca que pueda de ella, el máximo
tiempo posible)
Randy. Sí. ¿Pero cómo? ¿Cómo se genera
el buen rollo? ¿No es algo espontáneo?
Sam. Sí y no. Ya te lo
explicaré, ¿vale? ¡Hasta luego Randy!
(Sam baja las escalerillas del autobús)
Randy. ¡Adiós!
(Randy permanece sentado mirando las escalerillas, absorto)
(el niño raquítico comienza un nuevo ataque de tos)
Señora oronda. Ya
te dije que no salieras tan desabrigado...Timmy...¿qué voy a hacer contigo?
Timmy. (mascullando un susurro apenas inteligible) Dios,
llévame pronto.
[ Final de la escena I ]
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